sábado, 9 de abril de 2005

Ni cielo azul, ni sol, ni estrellas.

El día de hoy ha estado bien. Pero ha hecho frío. Mucho. Y el cielo no estaba azul, ni había sol. Hemos tenido que volver a sacar el abrigo que ya habíamos guardado bien en el armario porque había llegado la primavera. Ja. Menudo frío. Viento de éste que corta. Viento del que hace ruido. Ese viento que, cuando era una yogurina y mi padre me contaba cuentos, le pedía que se ahorrara el sonido del viento. Me daba miedo. Pues de ese. Y no sé. El agobio, la alegría, la satisfacción, el vacío, la tristeza, el amor, el capricho, el desamor, la ilusión, las ostias contra el suelo... todas esas burbujas pululaban a mi alrededor. Sensaciones encontradas y confusas, medio borrosas, que me persiguen desde hace tiempo. Quizá ya mucho. Y hablando y hablando, y entre caricaturas, libretas cuadriculadas, golosinas de kiosco y agua (mineral, que una si no se pone peor), se nos ha pasado el día. Ya ves. Yaves, y el cielo no estaba azul. Y ha llegado la noche. Y sigo teniendo frío. Y tengo una caricatura colgada del corcho y un botellín de agua vacío encima de la mesa. Y mañana me voy a ver a dos preciosas almas que no veo desde hace MIL y tengo ganas de abrazar. Hará frió, seguramente también allí, pero estas dos personitas sureñas me darán calor. ¡Qué ganas de comérmelos a besos!... Y el cielo no estaba azul y no había sol; claro que ya era de noche, así que esto no era raro. Pero... tampoco había estrellas hoy. Vaya. A ver a quién le cuento entonces mis secretos. Pero así, sin sol y sin estrellas... me ha dado tiempo a pensar algunas cosas que apuntaré en una libreta cuadriculada: cómo es la piel del sol, que no estaba tan equivocada cuando de pronto siento celos, que hay que aprender a olvidar pero nunca hay que OLVIDARSE... wow, cuánto de de sí un día de frío. Pero jo, por favor, que vuelva pronto el sol, que no me quiero perder la primavera. Y... no hay estrellas. No hay estrellas. Besillo de duendecillo.

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