
Tenía que ser.
Tenía qué ser.
Acomódame la almohada para contarme las caricias que has callado en cada kilómetro que separa tus estaciones de las mías. Cuéntame esa historia donde las noches no terminan y la música ocupa tus ojos y tus secretos chocan con mis pestañas. Refúgiate en mis brazos espantando la idea de ponernos tierra de por medio algún día. En mis abrazos. Ponte de puntillas y no alcances a ver el horizonte ni tampoco el miedo a juzgarnos sin la certeza de que tus pasos se han confiado a los míos y respetan los ritmos.
No muestres interés fabricado: no hace falta ser poeta para saber que, a veces, el recuerdo es un buen alimento de vida y la memoria un arma de doble filo. Aún soy mayor que tú y conozco el nombre de todas tus heridas. Deja que te abrace. Abrázate en mi abrazo. No te engañes, la física cojea: donde dos cuerpos encajan, hay entropía. Sin pretenderlo pero mereciéndolo, hemos llegado aquí. El silencio me deja coquetear con mis fantasmas cuando estás cerca. No eres tú, es la Realidad quien me seduce. Los muertos tienen sueño: ven, despierta, quiéreme un poco.
Ven. Ven a poner los límites donde yo pongo el juego sin simulacro. Tenía que ser. Ven. Entreténme la piel, baja el volumen, camina despacio, habla menos, sonríe más. No pongas ojitos. No mires, puede que descubras demasiado. Ven. Ven o déjate llevar. No hables, mira. MIRA. Querer, requerir, reír pero contigo. Cuando se te agoten las ideas hablaremos sobre el carbón, sobre las estalactitas, sobre las piritas. O sobre el cuarzo rojo. O sobre una máquina de cocacola que tal vez haya a la entrada de una mina. Hay tantas cosas que me gustan de ti... pero si algo me encanta de tí, es tu abrigo. Ven.
d.