viernes, 6 de mayo de 2005

Serenidad

Eso que tantas veces falta y tanta falta hace a veces. Eso que dicen necesario cuando uno se agobia, cuando sus sentimientos y pasiones quieren ganar la partida y piensa que no tiene seguridad para hacer nada. Eso que falta cuando se necesita un empujoncito para iniciar un camino, o terminarlo, o simplemente mantenerse en él. Serenidad. Eso que se necesita de cara a los exámenes, de cara a los amigos, de cara a los amores, o a los caprichos, de cara a la familia... y más que nada, de cara a uno mismo, al alma de uno, para no engañarse y construírse castillos en el aire, o ver fantasmas donde no les hay porque nunca les hubo. Serenidad. Serenidad para recordar lo bonito y lo feo del pasado. Serenidad para vivir el presente. Serenidad para no tener miedo al futuro. Serenidad. Serenidad cuando te digan: "Tranquila, mi niñ@, no te comas más el tarro. No me quieres más por echarme mucho de menos, ni escribir más, ni nada. Me quieres y ya, y yo también. Besín enorme y cariñoso". Sonrisa. Sonrisa. Carcajada. Sonrisa. Alivio. Un "jooo" emocionado. Serenidad. Pues sí, hay que tener serenidad para querer, porque sino a veces uno se ahoga, y es incómodo pasar en segundos del fondo del océano a la superficie. Es complicado vivir en una montaña rusa de sentimientos, porque ni uno lo pasa bien, ni los demás logran captar que no es mala ostia, ni bordería, simplemente nervio. Serenidad. Serenidad para y con todos. Y con un@ mism@. Ojalá. Serenidad, hoy y mañana. Y quizá poco a poco siempre. Beso, claro. Duendecilla.

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