Aquí
la chimenea no quema, pero quema la niebla en los pulmones. Aquí no
hay Papá Noel, pero hay Reyes Magos que regalan los trescientos
sesenta y cinco días del año. Aquí los niños no juegan en la
calle y papá y mamá no se besan bajo el muérdago, es mucho mejor
aquí: se besan cuando quieren. Aquí también vemos la belleza de lo
simple y echamos de menos a los que no están porque se fueron al
aire o al agua o a otras ciudades invisibles o a la misma ciudad que la nuestra
pero separados por fronteras, hoy por hoy, inquebrantables ya. Aquí
también tenemos canciones en el corazón que tarareamos en silencio con el
lenguaje del recuerdo de quién fuimos y velas que alumbran los
senderos que serán nuestros para siempre. Al final, aquí también pasa así, el único regalo
que la Navidad trae sola, sin que nadie lo pida, y que no falte,
es el amor de la familia. Cada uno, con los años, y en diciembre, va aclarando mejor quién es la suya.
d.
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