el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.
Chantal Maillard.
Vivo
donde existen los hoy sin luego, lo limitado de lo previsible en lo
efímero de la frontera que dubita predicados. Los ahora se
establecen menos lejos del magma incandescente del centro de la
tierra de lo eterno. Dicen las lenguas viejas que el sueño de la
razón produce monstruos, que aquí la nieve es muy negra. Que no sabemos
cuánto duele el dolor hasta que duele, hasta que el infinito pasa de
impuro logaritmo a trinchera de los miedos más vacíos. Y miro y
tiento y abrazo sin tocar tocando y quiero sin saber y sé y aprendo
sin querer queriendo que confluyo en lo correcto de las declinaciones
de tu vida, de los ríos que nacen de los deltas de la mía, de las
voces afluentes infinitos que nutren los lazos sin nudo que nos
unen los mapas de esta existencia tan viva, tan cuerda.
d.
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