martes, 27 de septiembre de 2005
27 de Septiembre.
lunes, 19 de septiembre de 2005
Secretos.
"Un secreto deja de ser un secreto cuando se convierte en mentira. Porque un secreto resulta que es una verdad grande y silenciosa, cuidada del conocimiento de los demás, mimada desde lo más dentro, acunada solo por privilegiados"- leía en el cielo acurrucada, con su gorro ámbar, juguetón entre sus manos.
Y es que un secreto de un solo alguien, no es demasiado peligroso, aunque puede doler y podrir un poquito la vida. Pero un secreto de dos o más, ya sí es un problema cuando no se cuida bien. Un quebradero de cabeza. "Maldito día... Me arrepiento de haber contado algún secreto. Míos, por otra parte, pero SECRETOS" - se quejaba triste.
Y es que los secretos van lazados a la confianza. Y era una criatura desconfiada, pero que si se volcaba, se entregaba. La ocurrió que contó un secreto. De esos que ni sus duendes ni hadas de toda la vida sabían; y se cruzó un alguien extraño disfrazado, que le brindó una sensación de bienestar absoluta desde el primer rato, que iba brillando, y esa luz... ¡zas! le atrapó.
La existencia es un puzzle de secretos. El secreto de la vida no está en intentar ser absolutamente nada. El secreto de la amistad no es ganarse a otro alguien basándose en teorías que funcionen. El secreto del amor no es dirigir, ni que te dirijan. Es amar, simplemente: si los compases de los sentires son compatibles y se coordinan, entonces... ¡voilà! he ahí un secreto maravilloso. Ah, y como me contó la duenda del gorro ámbar:
"Ten cuidado. Brillaba sí; pero la luz era de pilas. Ese era su secreto".
Duendecilla, alerta pero sin maquillaje.
lunes, 12 de septiembre de 2005
Cosas buenas (entre dos).

Campanilla: con ganas de recordar y...
Duendecilla: con ganas de seguir aprendiendo cosas buenas.
domingo, 11 de septiembre de 2005
Esperar es hacer.

Da gusto veros, vernos. Yo disfruto mil, me lo notáis; pero si me lo permitís, quiero destacar una de nosotros: Eva. Está feliz. Es feliz y CONTAGIA felicidad. Me alegro infinito por tí, me encanta verte así, sentirte así, ¡qué importante es para todo@s!
Ya huele a nuevo, a recién estrenado, por aquí. Quizá es el otoño que se pone pesado anunciando su llegada y contagia bastante los ocres, tanto por fuera como por dentro. O quizá son nuestras almas quiméricas repletas de sueños que queremos hacer realidad.
Me animáis, chic@s. Me animáis a soñar con los pies en la tierra. Y os lo agradezco, ya sabéis cuánto. Que todo nos vaya bonito. Los estudios, que continuamos. Los idiomas, que son casi imprescindibles. El esgrima, las prácticas, el COTL... que a cada uno nos vaya bien lo "nuestro". Y los trabajos medio malpagados que nos cansarán los pies y la paciencia, pero que nos dejarán volar un poco alto y sentirnos un pelín más libres, si cabe.
Que no tiremos la toalla. Que nos sepamos levantar unos a otros y tendernos una mano cuando la vida lo requiera. Que no dejemos las cosas a medias, que luego pican dejando un resquemor. Que si, en algún momento, algo se pone feo... no nos rindamos, simplemente nos sentemos a descansar un ratito el cuerpo y las ideas, y digamos sonriendo: "Esperar es hacer".
Y luego... sigamos.
Un beso de Domingo.
Duendecilla.
sábado, 10 de septiembre de 2005
Hablando de algo bonito.
Nadie quedaba alante y nadie atrás,
era una tontería;
y ahora nos peleamos por llegar
antes del otro arriba.
Dime cuándo todo cambió.
Dime cómo se estropeó.
Dime cuándo la conversación se hizo gritos
Cuándo, dime, fue la última vez que...
hablamos de algo bonito.
Yo tuve malos tiempos y de tí solicite energía;
y tú tenías momentos que quizá, apenas sí tenías.
Si tiras de la cuerda tiro yo y así hasta que se rompa.
Con esa misma cuerda, antes los dos, saltábamos la comba.
Dime cuándo todo cambió... Hablemos de algo bonito.
DELAH, Hablemos de algo bonito.
Regalo de Pía, de sábado por la noche.
Pero no es triste, ¡que no! Solo que presta asgaya, ¿verdad, pequeña?
Es para saber seguir... hablando de algo bonito. Con la gente.
Beso de buenas noches: me voy un rato a compartir humo con Almu.
Duendecilla.
Chubascos.
Las gotas, terminan oradando las piedras. En mayor o menos medida, con mayor o menos fuerza e intención; pero la oradan, me temo. Y llega un punto en que la piedra ya no es piedra y es guijarro. Y el guijarro, llega a ser arena. Y la arena...
Los rayos, luz de brusquedad que auguran un final feo. Como los errores cuando lastimas a alguien, aunque sea sin querer, sí. Y llegan ellos: los truenos.
Los truenos, como los gritos, duran poco; pero el susto ya es más largo. El estómago retumba y algunos no se te olvidan. Otros sí, pero de alguna forma, un trueno siempre será un trueno. Y de paso, el viento silbando. Qué intranquilidad... y qué cansado.
Las tormentas son entrañables si hay alguien que rodee con sus brazos, protegiendo un poco del ruido y de la ventana con cristales salpicados. Siempre es especial ese escalofrío de tormenta de verano. Y salir al jardín con un olor a húmedo que te infla los pulmones, y si te descuidas también las ideas. Contar algún caracol en las escaleras mojadas. Mirar al cielo y ver un tobogán de colores caprichosos que los ángeles, aburridos, han desplegado para jugar. E... irremediablemente se te dibuja media luna en la cara.
Hoy me conformo con una desde casa. Con Tontxu de fondo y un pedazo de Habana Blues. Sin brazos que protejan. Sin olor a húmedo. De lejos, la pureza de un día. De cerca, lo nuevo, que es bonito pero asusta (mucho). Y alguna cosa en el bolsillo: una sonrisa, un chupachús y unas pocas ganas de dar un abrazo; escrito en el alma, lo mismo que hace días: "à côté de l'espoir, petite..."; y bueno, la verdad es que me deshice de algunas cosillas...
Siento que algunas de las cosas que pasan cuando llueve, son por causalidad y no por casualidad. Ah, pero hoy no había arcoiris. Tal vez no se trata de una tormenta, a lo mejor son chubascos y entonces, el cielo que está vago (como yo), prefiere quedarse un poco gris, aunque le deje un espacio, pequeñito, al sol. Anaranjado, por cierto.
Un buen comienzo para enfrentar el miedo sería...
Un arcoiris en la ventana.
Duendecilla, sonriendo.
jueves, 8 de septiembre de 2005
Construir o plantar.
Pero existen los que plantan. Éstos a veces sufren con las tempestades, las estaciones y raramente descansan. Pero al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que para él, la vida sea una gran aventura.
Paulo Coelho, Brida.
Regalo de Narazul, hablando de las horas. Buscaré huecos para el color naranja, claro. Lo necesito, me apetece... pero ¿te das cuenta de que todos los demás colores, incluso las horas en blanco, siempre llevarán esencia naranja? A ver qué tal van las cosas. Ojalá las rojas, las azules y las verdes salgan adelante. Entonces las naranjas vendrán solitas, porque el alma las pide un poco. De todas formas... siempre quedará la opción de las 9 de la noche.
Un beso y un gracias que llevaba en el bolsillo con sabor a caramelo.
Duendecilla.
lunes, 5 de septiembre de 2005
Diversidad...

Ahí se esconde a veces lo más obvio.
Schhh!...
domingo, 4 de septiembre de 2005
Algún minuto de Coelho.
Ella, admiraba, veneraba y adoraba al pájaro. Pero entonces pensó:
"¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!".
Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro. Y se sintió sola. Y pensó:
"Voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse".
El pájaro que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en la jaula. Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas que comentaban: "Eres una persona que lo tiene todo".
Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés. El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo, y ella no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.Un buen día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba solo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.
Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico. Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta.
"¿Por qué has venido?", le preguntó a la muerte.
"Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo", respondió la muerte. "Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo".
Paulo Coelho, Once Minutos.
sábado, 3 de septiembre de 2005
Noche de estudio, digo.
...mientras el sol se escondía sin ser "eclipsado"...
... ahí estaba, mandándole un pensamiento que decía:
"... à côte de l'espoir, petite".
Y siguieron compartiendo sueños.
Pero pasó que era una noche de insomnio...
...donde su único acompañante era un cazador de sueños.
Y se lo robó. Quizá la próxima vez. Sin eclipses.
jueves, 1 de septiembre de 2005
Narazul.
Duendecilla y Narazul. Hoy pensando, no encontraban bien el comienzo de los lazos. Eran recuerdos vagos, pequeños cristales que habían ido encajando en el tiempo, conformando un espejo, que por diminuto que pareciera, cabían muchas cosas, y... mucha gente.
Había sido una tarde preciosa y mientras llegaba a casa, tras haber estado con personajillos de siempre, pensaba en todo lo que habían compartido.
Duendecilla escribió un cachito que decía:
"Gracias, Narazul.
Por la tarde, las metáforas y las sonrisas: grata sorpresa, ¡que duren!.
Por las palabras clave, por la frase acompasada de arcoiris.
Por la música y por acompañarme gustosamente en el CAMINO de ordenar ideas y sentires.
Hasta la próxima aventura:
Duendecilla sin gorro, al descubierto".
Empezando otro cuento.
Había una vez un duende pequeño, con gorro y orejas de duende.
Por las mañanas, miraba el cielo, lleno de nubes.
Por las tardes, comía caramelos con otros duendes, hadas y deidades.
Por las noches, pintaba el mundo de azul y pensaba... creaba.
Amaba la vida, las horas, las cosas...
Amaba la amistad aunque no siempre salieran las cosas bien.
Sentado en su almohada, imaginaba un entorno más perfecto dentro de su tremenda imperfección.
Y siempre pedía el mismo deseo en las estrellas: "lluvia de sonrisas y chocolate".
Y a veces, cuando al viento se le antojaba, se sentía rodeado de amor y se le perdonaban todos sus errores.
Por casualidad... ¿no le habréis visto? Se marchó sin despedirse.
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