domingo, 10 de abril de 2005
¿Por qué duelen los domingos?
¿Por qué duelen los domingos? Me cuesta echar de menos y sonreír. Aprender a pensar me rabia las ideas y los recuerdos. Si quiero un abrazo he de pedirlo con palabras porque sino nadie se entera. Los domingos huelen a vainilla y un poco a melancolía. Y los domingos no tienen cielo, solo suelo (pero pone "prohibido pisar"). No tienen sol ni estrellas, solo trazos bruscos de color negro o como mucho, violeta. Los domingos no saben a chocolate ni a té de frambuesa, no saben. No saben a nada. Y los domingos no tienen música de guitarra, ni canciones a medias, solo alguna canción lenta una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...
Los domingos son como una nochevieja en pequeño y eso no me gusta. Hay que recapitular despacito la semana: ver lo cumplido y sobretodo lo que falta por cumplir; lo que quise hacer y está pendiente. Y se planea para la siguiente semana. Otra vez ponerse a prueba. Y si se tiene suerte, hay un tímido huequito para los sueños y la ilusión. Y las ganas de seguir riendo.
Y una se empieza a hacer preguntas. A momentos, raras. Y cómo puede, se las intenta responder para que no burbujeen en la cabeza, hueca de cosas serias y llena de pájaros. Y algunas ideas-burbuja explotan y entonces una se vuelve a dar cuenta de que sigue siendo domingo.
Y este domingo duele por cosas que no son azules, pero sonríe tontamente. Cosas que duelen a ratos, cuando das vueltas. Dolores que molestan las manos, para pintar abrazos. Molestias que ahogan la garganta, para susurrar al oído que mañana ya no será domingo. Cosas. Cosas que no son azules.
Por eso duelen tanto los domingos.
Besillo de duendecillo.
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1 comentario:
Hay una canción que no ha cantado nadie, que usa música no viaja en melodía.
Hay una canción que existe en muy pocas partes, una de ellas es mi cabeza, la otra es la cabeza de la única persona, a parte del dueño, que leyó esa canción. Pero es una canción que oficialmente no existe.
Es una canción sobre un domingo por defecto, con sabor a gris y humo en el pelo, un poco de resaca y reseca, la boca, sin nada que hacer por la tarde salvo escribir letras que en ese momento, no sabíamos que nadie iba a escuchar nunca.
Una canción huérfana de padres bastardos, Sabina, uno que canta, Revólver su padrino. Y dos idiotas que dejaron de ser amigos pero se enseñaron a hacer canciones el uno al otro. A veces me acuerdo de él, y tal vez cuando vuelva de su erasmus me pase a preguntarle qué tal le ha tratado la vida.
Imagino que un domingo. Así tendremos algo que hacer.
Besos, con estrellas.
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