“Y
Dios me hizo mujer,
(...) y
me cavó por dentro,
me
hizo un taller de seres humanos.
(...) a
martillazos de soplidos
y
taladrazos de amor,
las
mil y una cosas que me hacen mujer todos los días (...)”
Gioconda
Belli
El
arjé se hizo carne y habitó entre nosotras: (Mírate. Míranos.
Miradnos). Debajo del pelo, de los ojos, de la boca, de las curvas,
de los pliegues guardamos todos los secretos. Pandora supo enseñarnos
bien la copla, el día aquel en que despertamos al mundo
en
un bostezo
tras
un crujir de tímpanos de miedo.
Luego
llegaron ellas.
Safo,
Gloria Fuertes, Sor Juana, Alfonsina Storni, Santa Teresa, Silvia
Plath, Alejandra Pikarnik, Rosalía de Castro, María Teresa León,
Zenobia Camprubí.
Y
lo contaron todo.
La
tierra vive en nuestras suaves hondonadas y nos habita de accidentes
sin evitárnoslos. Somos la ola, la playa, el puerto, las conchas de
algas, la arena de estrellas, el bosque de crisantemos que todo lo
celebra. Somos el fuego de los ojos de los otros [y masticamos la
ceniza], somos el aire que (nos) alivia el cansancio, somos el agua
que engrendra el universo
en
la palma de una mano que a veces nadie agarra; que se sostiene y se
sustenta
sobreviviendo
lo terrible
sobrevolando
la felicidad eterna de un ciclo
contingente.
¿Para
qué deshojar las margaritas?
No
hace falta comprobar las obviedades.
d.
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