martes, 12 de septiembre de 2006

A por uvas, oeee!

Me llamaron, milagrito. Veedora, menudo chollo. Con colegas, aún mejor. Pela pela pela... Mis vacaciones esperarán. Así ya no pienso más dónde. Dani: ya tienes tu broma oficialmente. María: gracias, jo. Mañana el último examen. Rosalía a la hoguera. A Ridru le debo un beso: puaj... La beca para... uf, o más. Todo no se puede, hombre. Quiero acabarrrr... Por cierto: ya lo sabía. Pasadlo bien, oye. Duenda.

lunes, 11 de septiembre de 2006

¿Y mis vacaciones, cuándo?

El miércoles a las 9 de la noche empiezan mis vacaciones, justo cuando saldré de mi último examen. Dos o tres días exclusivamente dedicados a vegetar, que me lo he ganado, oye. Y otros dos o tres días para matrículas, información y propuestas de las nuevas movidas del nuevo curso. Si eso todo está muy bien, pero... ¿y luego qué? Porque todos aquí andan ocupados... Además, quiero desconectar y eso...
Quiero irme a alguna parte. Hay algún destino posible: Barcelona, Lugo, Salamanca, Madrid, Huelva, Oviedo... y es que debo visitas. ¿Alguien me acompaña a alguna cabañita con cabras locas y hogueras por la noche? Que yo encantada, pero es que no es plan de irse sola a pasarlo pipa. Creo que necesito ermitañear, tostarme al sol y re - ubicarme un pelín conmigo misma, que las neuronas varias se me han quedado en el chasis con tanto estudio y similares.
Haré mi bolsa y me subiré a un tren y ya decido el destino la víspera, que no tengo ganas de ilusionarme para poca cosa o... ninguna. O quizá lo decida antes... o quizá ya lo tenga decidido y aún no me haya dado cuenta.
Debo visita, lo sé. Pero quiero ir porque quiera yo, no porque intuya que va a hacer ilusión que vaya. Es que es una historia muy larga que no voy a contarte... Yo sé lo que digo. Y tú, a lo mejor también. ¿Y mis vacaciones cuándo? Si es que esa no es la pregunta, Rut, que te pierdes, hija...
¿Y mis vacaciones dónde? ¡Eso!
Justo eso es lo que intento responder.
Ale, a seguir semantiqueando.
Duenda aturullada.

lunes, 4 de septiembre de 2006

Y todo por un vaso.

(...) Pero continué en silencio. Asistí, como en un sueño, a su lucha interior. Vi que tenía ante él mi "no", el miedo de perderme, las palabras duras que había oído en momentos semejantes, porque todos pasamos por eso y acumulamos cicatrices.
Sus ojos empezaron a brillar. Sabía que estaba venciendo todas las barreras.
Entonces solté una de sus manos, cogí un vaso y lo puse en el borde de la mesa.
- Se va a caer - dijo él.
- Exacto. Quiero que tú lo tires.
- ¿Romper un vaso?
Sí, romper un vaso. Un gesto aparentemente simple, pero que implicaba miedos que nunca llegaremos a entender del todo. ¿Qué hay de malo en romper un vaso barato, si todos hemos hecho eso sin querer alguna vez en la vida?
- ¿Romper un vaso? - repitió - . ¿Por qué?
- Podría dar algunas razones - respondí - . Pero la verdad es que es sencillamente por romperlo.
- ¿Por tí?
- Claro que no.
Él miraba el vaso en el borde de la mesa, preocupado de que fuese a caerse.
"Es un rito de pasaje, como tú mismo dices - tuve ganas de decirle - . Es lo prohibido. Los vasos no se rompen adrede. Cuando estamos en los restaurantes o en nuestras casas, procuramos que los vasos no queden en el borde de la mesa. Nuestro universo exige que tengamos cuidado para que los vasos no caigan al suelo".
Sin embargo, seguí pensando, cuando los rompemos sin querer, vemos que no era tan grave. El camarero dice "no tiene importancia", y nunca en mi vida he visto que en la cuenta de un restaurante hayan incluido el precio de un vaso roto. Romper vasos forma parte de la vida y no nos hacemos daño a nosotros ni al restaurante ni al prójimo.
Moví la mesa. El vaso se tambaleó, pero no cayó.
- ¡Cuidado! - dijo él, instintivamente.
- Romper el vaso - insistí.
Rompe el vaso, pensaba para mí, porque es un gesto simbólico. Trata de entender que yo rompí dentro de mí cosas mucho más importantes que un vaso, y estoy feliz de haberlo hecho. Mira tu propia lucha interior, y rompe ese vaso.
(...)
Rompe el vaso, por favor, y libéranos de todos esos conceptos malditos, de esa manía de tener que explicarlo todo y hacer sólo aquello que los demás aprueban.
- Rompe ese vaso - pedí una vez más.
Él clavó su mirada en la mía. Después, despacio, deslizó la mano de la mesa hasta tocar el vaso. Con un rápido movimiento, lo empujó al suelo.
El ruido del vidrio roto llamó la atención de todos. En vez de disfrazar el gesto con alguna petición de disculpas, él me miraba sonriendo, y yo le devolvía la sonrisa. (...)
FRAGMENTO.
A orillas del río Piedra me senté y lloré.
PAULO COELHO.
¿Cuántos nos atreveríamos a romper ese vaso porque sí?
¿Por ir contra las normas, sin más?
¿Sin ponerle nombre a todo ni intentar dar una explicación?
A ver si me lo contáis...
Yo voy a recoger cristalitos, que aunque barra mil veces, siempre se me escapa alguno.
Buenas noches, bloggeros.
Duenda.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Chocolate con churros.

Hay cosas que no nos gustan, pero todas tienen matices de excepción. No me gustan los domingos, son como una nochevieja chiquitita y se me arrugan las mejillas y también los hoyuelos, el alma se apachurra un poco como una pasa y los grifillos de los ojos se ablandan y aumenta el gasto de pañuelos de papel, sobretodo en compañía. Y nunca sabré por qué, pero pasa.
También es cierto que tiene sus ratos positivos, como desayunar en familia un rico chocolate con churros, leer la prensa con música de Buika - la descubrió mi señor padre y nos chifla - y vaguear sin que importe demasiado "porque es, precisamente, domingo".
El pijama se guarda antes del mediodía, por aquello de que queda feo. Y si viene la yaya a comer, hay propina, discusiones sobre el bajo roto de mis pantalones, pasteles de toffee con crema - aunque ya se cuidan mucho de traerlos, por aquello del colesterol - y sobremesa intergeneracional que dura hasta las mil: hoy, por ejemplo, ha tocado sacar cajones de fotos para explicar mil historias, una por una. Sin saltarse ninguna, claro.
Pero la tarde se hace larga. Y el vacío se palpa cuando la casa se queda vacía y lo único que apetece es leer hasta terminarse el libro o repasar unayotravez el examen del miércoles. Todo esto, hasta que aparece el tate con maletas ya de vuelta y los pas terminan su largo paseo para airear las tonterías y quizá para disfrutarse "como cuando eran novios" - que dicen ellos - , por aquella tranquilidad de no tener que estar a las diez en casa "y ni un minuto más"... Qué tiernos, ellos.
¿Y vosotros? ¿Habéis disfrutado de vuestro domingo?
(¡din, don...!). Uy, os dejo que llaman a la puerta: mis reyes magos.
Duenda.

Tricicle.

Tricicle. Teatro Calderón. To sit or not to sit.
La historia de la silla a carcajada limpia: geniales.
Plan de sábado por la noche y sin oler las fiestas.
¿Quieren tomar asiento o prefieren quedarse de pie? Ustedes deciden, que yo estoy cansada. ¿Que no hay sillas? Pues al suelo.
Los cipreses mueren de pie. Tendré que investigar...
Duenda.

sábado, 2 de septiembre de 2006

Runrún...

Estudiar,
estudiar,
estudiar...
Todo el día ese runrún en la cocotera.
Estudiar,
estudiar,
estudiar...
Todo el día ese runrún en la cocotera.
Estudiar,
estudiar,
estudiar...
Todo el día ese runrún en la cocotera.
Ya se instalaron los nervios en mi estómago y la intranquilidad en mis horas de descanso, qué rollo, siempre igual aunque no quiera. ¿Hay un manual para los histéricos en época de exámenes? A ver si todo va bien y entonces los proyectos se irán convirtiendo, despacito, en planes que cumplir de forma des-organizada y con contratiempos. "Desaparezco" un par de semanitas, que me juego cosas importantes.
Por cierto: gracias tata. Supongo que me quedo con esto: "Los bastones también se tambalean a veces...". Debe ser que huele a otoño, por eso me duelen tanto los ojos y la cabeza.
De tanto girar...
Y girar...
Y girar...
En fin.
Ustedes no se corten, ¿eh? A pasarlo bien.
Ya me lo cuentan más adelante, qué envidia.
Y luego a disfrutar, claro.

Duenda.