domingo, 24 de enero de 2010

Historia de la lengua.

igual que del agua queda el vapor y del pan, las migas; igual que de la tierra, los granos en las estrías; igual que de las uñas queda el sabor; y de los ojos, las astillas lloradas de madera podrida; de la piel, los pretéritos indefinidos tan nítidos; de los números, el calendario de los años por cumplir cumplidos; y del mundo, unas canciones que (w)au-guran contarlo todo; de los dientes, los trozos de lengua mordida y envenenada; que de los buenos gestos queden analogías; y de los errores no se gasten las disimilaciones. que del dolor quede solo haplología y el miedo se apremie con prótesis; que la inseguridad se esfume con síncopas y apócopes; que de alegría se llene todo con epéntesis y tengamos (siempre) (cojones) para alguna paragoge.
d.

domingo, 17 de enero de 2010

Once balas.

Once balas en su cuerpo que un señor viejo disparó sin piedad cuando estaba en la cama recuperándose de una gripe, o algo parecido. Una iglesia y algunos buenos cristianos de por fuera, dentro, y algunos gritos de falsedad y quejas, fuera (y dentro también). Una cárcel, donde estaba otra ella, en una celda a la que sólo se podía acceder con un paraguas negro amplísimo que evitaba no sé qué ondas para no ser descubierto por las cámaras de seguridad, y ella tenía que salvarla; pero su teléfono móvil no funcionaba. Una y otra vez. Una y otra vez. Las fiestas de su pueblo con fajines coloreados y toros en febrero convertidos en su salvación y su hermano mayor apoyándola como nunca. Seguía teniendo once balas en su cuerpo y dolía. Lo primero que ha hecho al despertarse es ir al espejo y mirar las once balas convertidas ahora en once cicatrices. ¿Alguien explica cómo seguían ahí y por qué aún dolía?
Yo no tengo los originales de nadie, apunto.
d.

viernes, 15 de enero de 2010

Sobre ruedas.

Aprendí a patinar con unos patines que no eran los míos. Aprendí a montar en bici con una bicicleta que no era la mía. Aprendí a conducir con un coche que no era el mío. Pero no tengo una vida prestada con la que aprender a vivir la mía.

d.

lunes, 11 de enero de 2010

Humo(r) rojo.

Terminaba mi dossier de géneros literarios - que incluía una reseña sobre su librito de poesía - cuando he recibido la noticia del nacimiento de Iván. Ce ha sido mamá. Hoy me siento un poco tía.
d.
Humo(r) rojo Celia Prieto Mazariegos. Espacio de humo. Ediciones Librería Cálamo. Zaragoza, 2008. ¿Qué es lo que espera uno encontrarse en un libro de poesía moderna? Etiquetas no, gracias. Desde luego, verso, rima, metro y ritmo, hay. Y más cosas, porque Celia de esto, sabe mucho. De sabor y de saber también. Celia Prieto Mazariegos es una encantadora mujer que ubica su nacimiento en una fábrica de chocolate y sus interminables horas de trabajo tras la barra de un bar de un lugar ciertamente oscuro llamado el Lagarto: bien podríamos explicar, así, el sabor agridulce de los besos que reparte a través de los versos. Debuta con este Espacio de humo apadrinada por un agente editor de la poesía actual de primera fila, Ignacio Escuín Borao, y mimada por una de las librerías más especializadas de la capital maña, Cálamo. El librito nos da pistas desde su portada, y es que el título es minúsculo y el nombre de Celia, puede parecer desmesurado. Pero es que, señores, es a Ella a la que nos vamos a encontrar en todas y cada una de las composiciones. En todas y cada una de las composiciones se toca el poso de haber escuchado música de autor español canalla como Joaquín Sabina y música de trovador contemporáneo hispano como Silvio Rodríguez; en todas y cada una de las composiciones se acerca uno a Borges y a los cuentos de Andersen y también a Pirandello y a algunos clásicos; y, en todas y cada una de las composiciones, asiste uno a una ceremonia de respeto e influencia delas clases universitarias del profesor Javier García Rodríguez. No sobran los datos, porque Celia es mujer de agradecimiento y en esta primera obra realiza un repaso biográfico sin querer queriendo. Bar woman que observa, que piensa, que intuye, que preve, que conoce y que no puede / sabe / quiere vivir sin compartirlo, sin transmitirlo. Los poemas son breves, concisos, bien escritos, imprevisibles y ordenados dentro del caos en que se ubican, con sorpresa final que deja espacio (de humo) a la búsqueda. Hay en ellos enumeraciones y juegos de palabras, filosofía de la calle, de la vida, mirada de la infancia en absoluto infantil, tristeza por fuera y por dentro, soledad y locura que cura. “Yo vengo de otro mundo”, empieza. “A veces me diluyo en una copa”, continúa. “Del tiempo, ¿qué nos queda?”, se / nos pregunta. “Está prohibido entender”, increpa. “Un tesoro muy grande y ya nunca jamás”, termina. Es entonces, cuando entendemos, que el Espacio de humo de Celia es un espacio de humor rojo, de líquidos vitales que fluyen y que nos cuentan la vida en forma de poema sencillo – que no simple – y pequeño – de breve, no de corto, que da para mucho –. Apto para mayores de edad (de espíritu) dispuestos a ser niños y jóvenes para siempre.

Rut Sanz Montaña.

martes, 5 de enero de 2010

Volvoretas mágicas.

No me encantan las vacaciones de navidad. A casi todo el mundo se le pone una amabilidad espútida y uno echa de menos a gente que ya no está - por la razón que sea - y mentalmente hace, sin querer queriendo, esos horribles balances donde se engloba la vida de un año entero - 365 días con sus días y con sus noches - en una lista que cabe en un papelito minúsculo que luego quema después de las uvas. Yo también lo hacía, sí, vale. La otra cara de la moneda es que han sido días muy bien aprovechados en un amplio sentido. He aprendido a mirar desde más arriba. He renunciado a mis dotes de pitonisa futuróloga. Y más cosas. Así que, para empezar bien el año, le doy las gracias a Niña Menta por las volvoretas mágicas y por esta canción. Y como he sido buena, hoy me acostaré pronto. Felices Reyes Magos para todos.
d.