lunes, 28 de marzo de 2011

Preguntas con intento de respuesta.

Luis Antonio González Pérez, colega al que tuve el gusto de conocer en Logroño durante las Jornadas de poesía Voces del Extremo, me ha hecho unas preguntitas en su blog personal. Toda una aventura a la reflexión. Da gusto la bondad. Muchas gracias, Luis.

Aprovecho para agradecer al señor de La Curva, el artista Ángel Arribas, las preciosas fotos. Fue un placer prestarme a tus ojos, querido Arañado Signo.

Y así, a propósito de lo que una escribe a veces, dice Luis:

A los ojos de Rut Sanz
La escritura de Rut Sanz es un ejemplo de genialidad innata, que resuelve el mundo con un toque de ironía, sarcasmo, sin dejar de lado las convicciones e inconformismos necesarios para cualquier nueva generación que pretenda dejar su impronta en el entorno en que vive. Cuando uno la conoce, descubre que además, proyecta una luz, una especie de imán vital que no permite otra fórmula distinta, que prestarle atención, enfocar los oídos, si esta acción se me permite así describirla, y lanzarse a su mundo sin sujeciones.

¿Estamos todavía a tiempo de cambiar algo con la literatura? Me parece que esta cuestión no la decidimos nosotros, los jóvenes. No creo que haya que escribir con el objetivo de cambiar nada, a mí eso me huele (me atufa, en realidad) a pretensión de la mala. Otra cosa es que, con la escritura se consiga, a posteriori, cambiar algo; pero esa es otra cuestión. Eso sí, confío en la idea de escribir para cambiar uno mismo, como proceso de evolución personal del individuo como parte del mundo; solo a partir de la observación compartida, no del objetivo marcado. Yo escribo para ser mejor. No es una afición, es una necesidad de algunas veces.

¿Sigue siendo “un arma cargada de futuro”, o ha vuelto al masturbatorio personal del ego de los artistas? Esto lo dijo Celaya y no seré yo quien lo contradiga. Me parece que hay de todo. Tenemos mucho que decir y lo decimos. No estoy en absoluto de acuerdo con esos tópicos de que a nuestra generación no le importa nada, hay mucho grito de guerra camuflado en formas divergentes, así que por supuesto que Celaya estaba acertado, así lo pienso. Y es que hay quien se arriesga y dice cosas muy interesantes (que seguirán teniendo interés pasado mañana y dentro de cinco años o, incluso a lo mejor, con suerte, dentro de veinte y para un número razonable, no sólo para su círculo más próximo) y hay quien, exclusivamente, luce su ego mejor o peor. De todas formas, soy de las que creen que ser joven nos da cierto margen para la ingenuidad y para la metedura de pata, también, y para aburrir con nuestras miserias y felicidades. Hasta un punto, claro. Caemos en el ombliguismo sin darnos cuenta o porque nos da la gana; pero vamos aprendiendo a deshacernos de quiénes somos para mostrar el yo ((auto)ficcional) que más nos interesa y que más (nos) cuaja. Y, entonces, es cuando da vergüenza ajena lo que escribimos antesdeayer; pero ¿quién dijo miedo? Chanchanchanchannn…

¿Hay tiempo y espacio para la escritura en este mundo? Si quieres, si lo deseas, claro que lo hay. Y sobre todo si eres capaz de pasar de las voces que te rumian lo contrario. Tenemos cinco sentidos con los que captar mucha materia prima en lo cotidiano, me gusta la naturalidad. Para escribir hay que querer acercarse a todas las artes y a todas las personas. Pero no hay que forzar, son temporadas. El tiempo es cada vez más invisible y los espacios de escritura cuanto menos, peregrinos. Incluso los soportes, claro, porque definitivamente hemos cambiado la moleskine por el notebook y el blog. Puede que eso no haya cambiado la forma de crear pero sí la de recibir: el feedback es ipso facto y esto, dependiendo del día, o te impulsa o te destruye. También mola el bloqueo. Hay que aprender a digerir y dejar siempre algo en el plato, es una de las lecciones más valiosas que he recibido. De todas formas, también he aprendido que para escribir hay que leer. No me frustra no dar sentido unitario a unos textos ni perder otro premio, me frustra no ser una devoradora de libros. La lectura, para mí, ha sido y es un elemento de trabajo formativo, y voy aprendiendo a que sea, además, un elemento de placer, que no es tarea nada fácil.

Me ha molado la aventura de hacer de entrevistada.
d.

Precious.

Huele a chigre en esa casa. Las manos del hombre que no se ve son pezuñas sin domar y sale al redil oliendo su nuca desaforadamente mientras la sartén recalienta cerdo agridulce muy grasiento. Hay un calendario en la pared y, encima, un reloj redondo que marca las horas como la maza de un juez que va a dictar sentencia de culpable: muy despacio. Gorda como el muerto por gula de Seven. La tele ofrece el más grande de los desamparos con esos concursos para ilusos pobres de barrio multicultural y miserable que visten chandal brillante de Adidas de rastro. Las escaleras son el infierno y el camino a su refugio prestado sin pelucas cobardes. No importa cómo haya ido el día, vuelve a casa con la cabeza bien alta y abre las piernas mientras calla fuego de cuchillos de feria y de fiera. Lo único bonito es el nombre y la belleza lésbica de quien la enseña a leer y a escribir para entender la mierda de vida que le ha venido impuesta. Receta: cómo ser una madre ejemplar si la tuya es una hija de la gran puta. Aún tiene los ovarios suficientes para ser muy capaz de ver algunas maravillas y estiraaarse hasta alcanzarlas. Pies elefánticos que se arrastran. Con dignidad.
d.

Romance de la ESO.

Dicen que va en retroceso
la enseñanza de la ESO.

Comprobarlo un padre quiso
y asaltó, sin previo aviso,
a su hija de quince años,
que, con modales huraños,
con evidente impaciencia,
con tono de displicencia
y prostibulario atuendo,
así le fue respondiendo:



-¿Cuándo vivió Alfonso Sexto?
-No está en mi libro de texto.



-¿Y está Felipe Segundo?
-A ese siempre lo confundo.



-¿Y doña Juana la Loca?
-En este curso no toca.



-Dí algún monarca absoluto.
-No se da eso en mi instituto.



-¿Y cuándo se perdió Cuba?
-Esta... ¡tiene mala uva!



-Pues dí un pintor español.
-Eso no entra en el control.



-¿No sabes quién fue Picasso?
-No. De esas cosas, yo paso.



-¿Cuándo acabó la Edad Media?
-Pues vendrá en la Enciclopedia.



-¿Y las Navas de Tolosa?
-¡Me preguntas cada cosa...!



-¿Y qué fue la Reconquista?
-Si me dieras una pista...



-¿A qué equivalen mil gramos?
-¡Pero si eso no lo damos!



-¿Qué son los número primos?
-Eso tampoco lo dimos.



-¿La ecuación de primer grado?
-Pues tampoco la hemos dado.



-¿Y sabes mucho latín?
-¡Lo dices con retintín...!



-Y tampoco darás griego
-Se escribe raro, me niego.


-¿Quién fue Ortega y Gasset?
-Lo miraré en internet.



-¿No estudias filosofía?
-¡Para qué me serviría!



-¿Y has dado Literatura?
-No sé... No estoy muy segura.



-¿Quién compuso «La Odisea»?
-No tengo ni zorra idea.



-¿En qué obra sale Calisto?
-No, papá, eso no lo he visto.



-¿Y Gonzalo de Berceo?
-No viene en el libro, creo.



-¿Y Calderón de la Barca?
-¡Huy, papi, no me seas carca!



-¿Clarín, Baroja, Unamuno...?
-Pues no me suena ninguno.



-¿Algún autor del Barroco?
-De eso sé bastante poco.



-¿Quién fue el Manco de Lepanto?
-Papá, no preguntes tanto.



-Pero, ¿no leéis a Cervantes?
-¡A ese lo leerías antes...!



-Lo tuyo, hija, es deplorable...
-Pues he sacado notable.



-Y de ciencias, ¿sabes algo?
-Me voy, que esta noche salgo.



-Pero, entonces, tú ¿qué sabes?
-¡No me esperéis; tengo llaves!



Y el padre quedó perplejo:
al mirarse en el espejo
se notó cara de idiota.
Musitó una palabrota
y fue a meterse en la cama.
Así acaba este epigrama.



Jaime Campmany.

domingo, 13 de marzo de 2011

Os fados e os viages falam por si mesmos.

Portugal está más cerca de mis pies enmoquetados. La lluvia es más oscura y vieja allí. Como los adoquines de la cuesta que lleva hasta la universidad encerrada de enredaderas y obras sin terminar. Como los lomos de los libros sin luz y la piel mojada por los fados que no te gusta escuchar. Como las cenas de otro país vecino. El ascensor chirría en las subidas pero nunca en las bajadas y nadie sabe usar correctamente el tostador por la mañana. Cambian los nombres y los significados. Aunque todos nos entendemos y nos comprendemos, también. Los yonquis de la estación de autobuses piensan en el mismo idioma que los marineros que nos llevan de paseo: sólo quieren averiguar cómo volver a casa. El silencio cambia de color: se torna oscuro, como de años setenta, cuando había miedo todavía. La cerveza sabe a descanso con paréntesis muy oportuno y la carretera es una excusa que hay que enfrentar prudentes, a lo portugués. Agua para la debilidad y caprichos que tanto merecemos. La señora desaparecida estaba por todas partes. La puerta giratoria es tan rápida como mi maleta roja de equipaje revuelto. Los ojos del viejito que pide sin la boca con la mano muy extendida y muy arrugada. Desde la ventana se ve la torre del reloj y los canales no huelen a nada. El río tampoco. Me gusta la blancura de tus calcetines, de tus ojos y de tus manos. Y de los paseos contigo sin paraguas. El lugar concreto de las cosas, las costumbres. Los cambios de tiempo (verbal). Los mapas ajados que he aprendido a leer. Despertar por las mañanas recordando películas en idiomas que no manejo. Aveiro, Batalha y Coimbra. Cuando la vida nos deje completamos el itinerario.

Nb.