miércoles, 11 de septiembre de 2013

Salvador Allende o cómo de los inmortales siempre se aprende algo.

Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973.  "Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. (...) Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará. (...) Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición". Salvador Allende.

De los inmortales, siempre se aprende algo (grande).
d.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El que mucho abarca poco aprieta o la hiperactividad impuesta.

" (...) Tanto estímulo exterior nos aleja del arte más grande de todos, que proponía Montaigne: seguir siendo uno mismo, porque para alcanzarlo se necesitan largas horas de reflexión, es decir, pasar mucho tiempo sentado en una silla, o andando si es que se es afecto a los pensamientos caminados que proponía Nietzsche, sin hacer nada más que pensar y esto, en nuestro hiperactivo siglo XXI, constituye un pecado capital.
Se han acabado los periodos de silencio, quien va andando no produce pensamientos caminados, va consumiendo algo que sale de su mp3 y le entra por los oídos, el que viaja en metro aprovecha el trayecto para hablar por teléfono o para responder un e-mail, y cualquier momento libre se rellena con la información ilimitada que produce la pantalla del teléfono o de la tableta. Nadie tiene paciencia ya para sentarse a oír un álbum de música completo, hay tiempo para oír una sola canción, que se vende en iTunes por separado; el disco entero nos roba el tiempo que podríamos aprovechar consumiendo otra cosa". Jordi Soler, "El pensamiento vagabundo", EL PAÍS 7/9/2013 


Hace poco hablábamos en casa sobre la creciente necesidad de enseñar a los niños a aburrirse, de enseñar a los niños a que aprendan a no hacer nada de forma serena y satisfactoria. Seis horas de educación reglada y dos o tres horas diarias de actividades extraescolares es la realidad de casi todos los personajillos escolarizados, pequeños y no tanto. ¿Para qué? ¿Vamos a hacer generaciones mejores por el hecho de estar más ocupados? ¿Por qué todos tenemos que hacer deporte (si eras jugador de fútbol o jugadora de baloncesto ya lo copabas en el cole, aunque ahora ha llegado el tenis y ha llegado el pádel), ir al conservatorio (mejor piano o flauta travesera que es más de clases), aprender inglés (nada de francés ni de alemán, que eso son lenguas minoritarias) y ser miembros del AMPA para que salgan más baratas las clases de pintura (o de aeróbic para madres y bricolaje y cocina fácil para padres)? Después llega a casa, haz los deberes, pon la tele, la play y engánchate a tu smarphone con mensajería instantánea. Y luego, de adultos, que hagan yoga o vayan a un terapeuta para tratar diagnósticos de hiperactividad, TOCs o ansiedad, claro que sí. 

Yo, de todas esas cosas, que muchas hice, lo que mejor recuerdo son los paseos por el campo con mi abuelo en silencio (con las manos agarradas por la espalda, con mucha paz), lo bien que dormía en el pueblo sin despertador hasta que mi abuela abría los cuarterones, las tardes muertas (pero muy vivas) entre sol, libros, pinturas, tizas, juegos inventados, bicicletas y bocadillos de nocilla. Cuidadín con la libertad de tiempos, que la estamos convirtiendo en inexistente. Jordi Soler lo reflexiona muy bien. 

Y otra cosa: no todos vamos a ser Montaigne.
d.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Camino de la buena suerte.

Preparándolo todo para volver a casa, no puedo no pensar en cómo cambia la vida, en cómo gira la noria. Gracias a Manuel y Paula, por nacer. Gracias a las tiendas de plásticos fluorescentes con helados bajo un olivo, a los partidos de tenis con piscina nocturna, a las playas silenciosas con albares abuhardillados. Gracias a las cenas basura con personajes inventados y ejércitos imposibles, a las sagas completas de películas históricas. Gracias a los videos malos para carcajadas seguras. Gracias a los sonetos triviales con guasa y picazón, a las discusiones formales, a los libros prestados, a las carreras de por la mañana con música y aspersores. Gracias a los consejos en pantallas luminosas y a los regalos con brillantina de otros países. Gracias a las lagartijas que se llaman Dori. Gracias a los encuentros, reencuentros y desencuentros. Gracias a las muchas horas de estudio en solitario (y las que quedan). Gracias a las puertas que se abren, que se cierran. Gracias a los desayunos de niños que se hacen hombres y a las visitas a laboratorios llenos de experimentos de vidas nuevas y mejores. Gracias a las excursiones de día con cerezos y manzanos y tristezas aparcadas, por volver a las raíces durante unas horas. Gracias a la limpieza cooperativa. Gracias a los lujos, las reflexiones, las huidas. Gracias a las ideas claras, a las buenas caras. Gracias al cine y a las cervezas. Gracias a lo honesto y lo leal, a lo que hay. Gracias a las fiestas de prau, al reguetón, a los mitos generacionales, a las gaitas y a las catedrales cerradas. Gracias a la paz, a las mudanzas, a las paredes blancas y a los sueños nuevos. Gracias al amor eterno de los mismos. 

Camino de la buena suerte.
d.

Fotografía: idea y cesión por Fani Dueñas