jueves, 14 de enero de 2016

Seríamos otros.

"Si yo fuese Dios / y tuviese el secreto, / haría un ser exacto a ti".
Me basta así, Ángel González



Ojalá viviéramos donde existen los hoy sin luego, lo limitado de lo previsible en lo efímero de fronteras que dubitan predicados. Los ahora se posan en el magma incandescente del centro de la tierra de lo eterno. Dicen las lenguas viejas que no sabemos cuánto duele el dolor hasta que duele, hasta que el infinito se hace trinchera de los miedos más vacíos.

Y miro y tiento / y abrazo sin tocar y busco / y quiero sin saber y habito / y aprendo sin querer y pienso / que confluyo en lo correcto de las declinaciones de tu vida, de los ríos que nacen de los deltas de la mía, de las voces afluente que nutren los lazos sin nudo que nos unen los mapas de esta existencia tan viva, tan cuerda.

Ahora --que atiendo-- entiendo cuando callas las heridas, cómo es esfumarse sin moverse, por qué evitas mirarte en los que fuimos cuando vuelves la mirada a los que somos y cruzas los brazos donde no cabe esta pequeñez tambaleante de tanto amor
mal dado y nunca dicho;
en los que tal vez, seguro, seremos.

Si fueras Dios y tuvieses el secreto, amasarías mundos límpidos / en los que no cupieran islas menguantes / en las que asentar faros firmes / en los que la luz fuera génesis / en el que farallones de sal y pómez lloraran la paz
que no tenemos.

Pero ni tú ni yo ni nosotros seríamos. Seríamos otros. Así que 
no traces perfecciones que no existen. 

Ven a reconocerte en mis ojos. 
Vamos a limpiarnos las arrugas.

d.