lunes, 8 de febrero de 2016

Y Dios me hizo mujer.

Y Dios me hizo mujer,
(...) y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
(...) a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días (...)”
Gioconda Belli


El arjé se hizo carne y habitó entre nosotras: (Mírate. Míranos. Miradnos). Debajo del pelo, de los ojos, de la boca, de las curvas, de los pliegues guardamos todos los secretos. Pandora supo enseñarnos bien la copla, el día aquel en que despertamos al mundo
en un bostezo
tras un crujir de tímpanos de miedo.

Luego llegaron ellas.
Safo, Gloria Fuertes, Sor Juana, Alfonsina Storni, Santa Teresa, Silvia Plath, Alejandra Pikarnik, Rosalía de Castro, María Teresa León, Zenobia Camprubí.
Y lo contaron todo.

La tierra vive en nuestras suaves hondonadas y nos habita de accidentes sin evitárnoslos. Somos la ola, la playa, el puerto, las conchas de algas, la arena de estrellas, el bosque de crisantemos que todo lo celebra. Somos el fuego de los ojos de los otros [y masticamos la ceniza], somos el aire que (nos) alivia el cansancio, somos el agua que engrendra el universo
en la palma de una mano que a veces nadie agarra; que se sostiene y se sustenta
sobreviviendo lo terrible
sobrevolando la felicidad eterna de un ciclo
             contingente.

¿Para qué deshojar las margaritas? 
No hace falta comprobar las obviedades.
d.

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