jueves, 24 de febrero de 2011

Sexy, you know. Sexy, tú no.

La barandilla sirve de iceberg y hasta el mármol hoy está caliente. Un ojo negro que mira dos (mil) veces y se regodea en las entrañas como una panda de chinos con flashes frente a una copia falsa del Guernica. Piensa en qué querías ser de mayor pero no contestes, idiota. Al otro lado de la pared, la exclavitud. El compromiso se paga, pero no olvides nunca que con la honestidad se trafica hasta en las mejores familias. Cruza el umbral todos los días para descomprenderte un poco más cada vez. Un. Poco. Más. Cada vez. Cada vez. Cada vez. Desabróchate los hombros. Abre las manos donde custodias la vergüenza y deja, sin éxito, la inmadurez en las deportivas sucias que has escogido tan desafortunadamente. Mente. Mente. Mente. De la cabeza a los pies. Suda el ridículo. Mojigata. Baila. Mojigata, baila una mojiganga. Mira al Sol. Piensa. O haz como que piensas. ¿Qué sueñas? Una más. Evoluciona. Arriba. Ahora abajo. Cuarenta y cinco grados. Vivimos en un mundo de sinónimos y antónimos. O sí. O no. Los juegos (de palabras) no sirven para dar de comer ni a los perros más hambrientos. Para formar parte hay que asumir todas y cada una de las reglas. Y ni asumes ni sumas. No es suficiente la rabia. No creas porque no crees, tampoco (tan mucho en nada, palabra). No tengo el cuerpo de la Schiffer pero ya quisiera ella mis agallas.

Gracias, Ángel, por tu generosidad creadora.

d.

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