miércoles, 28 de octubre de 2015

No existe el infinito.

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.

Chantal Maillard.



Vivo donde existen los hoy sin luego, lo limitado de lo previsible en lo efímero de la frontera que dubita predicados. Los ahora se establecen menos lejos del magma incandescente del centro de la tierra de lo eterno. Dicen las lenguas viejas que el sueño de la razón produce monstruos, que aquí la nieve es muy negra. Que no sabemos cuánto duele el dolor hasta que duele, hasta que el infinito pasa de impuro logaritmo a trinchera de los miedos más vacíos. Y miro y tiento y abrazo sin tocar tocando y quiero sin saber y sé y aprendo sin querer queriendo que confluyo en lo correcto de las declinaciones de tu vida, de los ríos que nacen de los deltas de la mía, de las voces afluentes infinitos que nutren los lazos sin nudo que nos unen los mapas de esta existencia tan viva, tan cuerda.

d.

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