lunes, 28 de marzo de 2011

Precious.

Huele a chigre en esa casa. Las manos del hombre que no se ve son pezuñas sin domar y sale al redil oliendo su nuca desaforadamente mientras la sartén recalienta cerdo agridulce muy grasiento. Hay un calendario en la pared y, encima, un reloj redondo que marca las horas como la maza de un juez que va a dictar sentencia de culpable: muy despacio. Gorda como el muerto por gula de Seven. La tele ofrece el más grande de los desamparos con esos concursos para ilusos pobres de barrio multicultural y miserable que visten chandal brillante de Adidas de rastro. Las escaleras son el infierno y el camino a su refugio prestado sin pelucas cobardes. No importa cómo haya ido el día, vuelve a casa con la cabeza bien alta y abre las piernas mientras calla fuego de cuchillos de feria y de fiera. Lo único bonito es el nombre y la belleza lésbica de quien la enseña a leer y a escribir para entender la mierda de vida que le ha venido impuesta. Receta: cómo ser una madre ejemplar si la tuya es una hija de la gran puta. Aún tiene los ovarios suficientes para ser muy capaz de ver algunas maravillas y estiraaarse hasta alcanzarlas. Pies elefánticos que se arrastran. Con dignidad.
d.

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