lunes, 12 de septiembre de 2005

Cosas buenas (entre dos).

Empiezo... y me toca pensar, porque para uno, siempre es más fácil encontrar defectos que virtudes de su persona, pero hay momentos, en los que la angustia aprieta y dices... ¡joder! ¡arriba coño! ¡despierta, algo bueno tendrás! Y ahí, es cuando piensas que si alguien puede ver en ti "que merece la pena" por algo será. Que no todo va a ser hostilidad y problemas. Y es entonces cuando te ayudas de música y de sol. Y escuchas esas canciones que te hacen vibrar por dentro; mientras piensas que si la gente a ti te gusta, por qué no ibas a gustarle tú a la gente. Y abres las ventanas de par en par para que entre toda la luz del mundo en tu habitación y respiras hondo. Y entonces, esos días, que los hay y cómo molan, te gustas. Benditos días en que sonríes sin razones y regalas un mimo por cada sonrisa, y un beso por cada palabra bonita. Y la gente se da cuenta de que eres algo más que uñas y ceños fruncidos porque, en el fondo, eres blandita, y eso es algo que te gusta de ti. Benditos días en los que ayudas en todo a todos, en los que no pierdes el tiempo en gritar, en ponerte borde, en sacar la mala leche, en perder la paciencia, en soldarte muy bien al cuerpo la coraza (la dejas en el armario, tampoco la tiras)... y hablas, sin importarte tres pepinos lo que piensen de ti. Benditos días en los que te vistes con colores que provocan mil; y pequeña, de blanditas EN EL FONDO, nada. Eso es algo que encanta: ser blanditas oficiales. Hay otros momentos, en los que te levantas y vas directa al espejo. Y esos días te miras y tienes ganas de provocar al mundo, y piensas para ti: "hoy mando yo". Nos vuelve locas mandar de vez en cuando. Y estamos graciosísimas cuando cogemos las riendas de algo que nos queda grande y nos peleamos con ello hasta que, a base de muchos golpes, conseguimos lo que queríamos. Jijiji... graciosas cuando nos creemos, por un rato, las dueñas y señoras del universo y pensamos que somos más sabias que cualquier mago legendario. Y entonces somos capaces de poner el corazón en los consejos, en las palabras y ¡uy! ¡coño! cuando los piensas tú, para ti, te das cuenta de que son increíbles. De que son valiosos y de que algún "yo" que llevas dentro, parece que sí piensa lo que nos va aconteciendo en la vida y nada cae en saco roto. Poner el corazón. Ahí está todo. Lo regalamos como si tuviéramos varios; y sin embargo, no está mal, aunque a veces nos duela, porque lo hacemos sabiendo que es lo más valioso que tenemos y que todo lo que podemos ofrecer, primero lo sentimos ahí. Acaso eso no es valentía aunque actuemos en silencio y temblando? Lo regalamos, qué razón tienes. Pero debe ser como las estrellas de mar, que les quitas un brazo y sale otro nuevo. Porque lo hemos hecho más de una vez a lo largo de nuestra vida: regalar el corazón y... las que nos quedan. En silencio... unas veces, pero llamando la atención desesperadamente otras. Y es que hay que reconocer que una vena de payasas, ya tenemos. Y nos encanta aprovecharnos de lo gracioso para lograr momentos y charlas serias. Una o varias venas de payasas por las que corre sangre con glóbulos de naricillas rojas, que nos enseñan a encontrar una carcajada cuando el aire parecía agotarse. Y así , poco a poco, es como vamos recuperándonos de cada regalo, con gorritos de rayas y calcetines de colores, con un alma azul y otra rosa, con una media luna dibujada en la cara aunque sea tímida y la mirada triste que, casi siempre desprende dulzura con quien le deja hacerlo. Si bueno, con quien nos deja hacerlo, claro. Pero nos entregamos del todo. Y mira, tía, mola mil. Y al que no le guste, que se aleje de nosotras. ¿Y qué me dices del chocolate, los helados, las gominolas y... el café solo con hielo y dos azucarillos? ¿...y la canela, y los pirus de cuore... y ya puestos a lo dulce, los recuerdos con sabor a caramelo; aunque a veces también se cuele algún besillo furtivo en una piel salada por el mar? Y cuando pedimos perdón por estropear el momento con el regusto salado, lo hacemos de tal manera que... ¡nos cae otro de premio! ¿Y acaso no mola? Y no se nos caen los anillos para admitir un error, o mil. Y somos más fuertes de lo que parecemos y más valientes de lo que creemos. Y nos importa tres pitos cagarnos de miedo, porque al final, nos enfrentamos a lo que venga. No huimos de las cosas ni de la gente importante, ni alargamos la solución de los temas a medias. Como cuando nos tiramos por un precipicio sin pensar en las consecuencias. A veces se nos pasa por la cabeza: "¡Joder, pues me puedo hacer daño!"; pero la respuesta es "¡Qué mas da, pa’lante como los de Alicante!" ¡Y venga! Pero no pasa nada, porque aunque hablemos de dependencia, somos autosuficientes y eso: mucho más fuertes de lo que parecemos. Claro ejemplo es que cuando estamos realmente mal, milagrosamente: ¡anda! ¿De dónde salieron las fuerzas? ¿Algún voluntario nos lo explica? Y es entonces cuando realmente te percatas de lo que guardas. Cuando hay una situación limite o difícil o dura y todo se tambalea y tú ahí, tan pancha, rígida como un palo y no se te ha movido ni un solo pelo. Animando al personal. Cuando ellos están bien, caes tú, pero nunca te importa, disfrutas haciendo felices a los demás. (Además eso hoy no se cuenta que esto es una “lista de cosas buenas”). Ahí, sin paraguas, mojándote bajo la lluvia pero DISFRUTÁNDOLA, esperando a que escampe para poder ver en primera línea el arcoiris. Y ser como pequeñas haditas o duendecillas, e ir por ahí regalando miradas y momentos mágicos a quien se nos ponga por delante. Y volar sin alas. Y soñar sin dormir. Y ser feliz porque nos despierte por teléfono una voz querida. ¿Se puede pedir algo más? En definitiva, las pequeñas cositas que nos llenan hasta los topes y nos recargan todo lo que perdemos por otras vías. Comer caramelos. Que llueva chocolate. Salir de fiesta con tus amigos y tomar una copa. Pintar. Escuchar. Escribir. El sol y la lluvia. Unos ojos. Unos rizos. Las manos. Ser unas niñas. La locura por amar y que nos amen. Estar lejos y cerca de la vez, y al revés... y mil millones de millones de cosas más. Todo son cosas buenas que nos gustan, que tenemos y que no vamos a cambiar. Así que: prepárense.

Campanilla: con ganas de recordar y...

Duendecilla: con ganas de seguir aprendiendo cosas buenas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eso es, prepárense. somos así, molamos asgaya y ahora encima vamos a creernoslo de verdad.