jueves, 1 de septiembre de 2005

Empezando otro cuento.

Había una vez un duende pequeño, con gorro y orejas de duende. Por las mañanas, miraba el cielo, lleno de nubes. Por las tardes, comía caramelos con otros duendes, hadas y deidades. Por las noches, pintaba el mundo de azul y pensaba... creaba. Amaba la vida, las horas, las cosas... Amaba la amistad aunque no siempre salieran las cosas bien. Sentado en su almohada, imaginaba un entorno más perfecto dentro de su tremenda imperfección. Y siempre pedía el mismo deseo en las estrellas: "lluvia de sonrisas y chocolate". Y a veces, cuando al viento se le antojaba, se sentía rodeado de amor y se le perdonaban todos sus errores.

Por casualidad... ¿no le habréis visto? Se marchó sin despedirse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se marchó sin despedirse el duende de rojo, o sólo se escondió y te mira suavemente mientras sueñas con el mundo de azul igual que Él.
Aunque no siempre se cumplan todos tus sueños, sigue soñando sueños de AZUL, y mira dentro tras todas tus lágrimas...

Estoy segura que algún día
descubrirás que el duende rojo
sigue contigo, dentro de ti.

Duendecilla naranjazul.